Guardianes del Equilibrio Natural: Los Guardaparques de Neuquén.

Cada 31 de julio, el Día Mundial del Guardaparque nos recuerda la valiosa labor de quienes protegen los ecosistemas más preciados del planeta. En Neuquén, estas historias cobran vida a través de las experiencias de Rodolfo, Nicolás y Florencia, tres guardaparques que dedican sus vidas a custodiar las áreas naturales protegidas de la región entre volcanes, lagunas y bosques milenarios.

Rodolfo Freire, con más de dos décadas de experiencia en el Área Natural Protegida Tromen, personifica la conexión profunda con la tierra. Desde la sequía que transformó los humedales en 2010 hasta la defensa del rol vital de los guardaparques, su historia refleja el compromiso con la conservación. Para él, Tromen es más que un paisaje; es una escuela de vida que enseña el poder de la naturaleza.

Nicolás Nicotera, guardaparque en Cañada Molina desde 2023, encontró su vocación al alejarse de la ciudad y acercarse a los cipreses patagónicos. Aunque la distancia de su familia fue un desafío, su dedicación a preservar este entorno único es inquebrantable. Nicolás enfatiza que su labor va más allá de la vigilancia: es un esfuerzo por educar, plantar y restaurar, asegurando que las futuras generaciones puedan disfrutar de la diversidad que hoy protege.

Florencia Melisa Fagini, al frente de las Áreas Naturales Protegidas Batea Mahuida y Chañy, desafía estereotipos en un campo tradicionalmente masculino. Su pasión por la conservación se manifiesta en la protección de especies como la Ranita Patagónica. Florencia promueve el diálogo con los visitantes para fomentar el respeto hacia el entorno, inspirando a otros con su enfoque empático y colaborativo.

A pesar de sus trayectorias únicas, estos guardaparques comparten una misión común: un compromiso inquebrantable con la naturaleza y las generaciones futuras. Equipados con símbolos personales que reflejan su conexión con la tierra, como binoculares o simples propósitos de conservación, cada uno aporta su sensibilidad y experiencia a la protección del entorno.

Para Rodolfo, Nicolás y Florencia, ser guardaparque es más que un trabajo; es un modo de vida que implica proteger, educar y conservar sin alzar la voz. En un mundo en constante cambio, su presencia es firme y silenciosa, como los árboles que resguardan. Son los vigías de lo invisible, los protectores de lo esencial, y su labor es el cimiento de un futuro sostenible para Neuquén.

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